lunes, 22 de octubre de 2012

Ruca Malén, bodegas y algo más


Curioso caso el de Jean Pierre Thibaud. Tiene nombre y padres de origen francés, pero es bien porteño. Ingeniero civil, trabajó en distintas multinacionales y hasta tuvo un pasado como funcionario público como secretario de Energía. Desde hace quince años es dueño de una bodega, pero recién comenzó a tomar vino pasados los 65 años de edad, cuando se hizo cargo de la presidencia de Chandon Argentina por la muerte de su fundador, cuñado de Thibaud. Ahora, con sus joviales 80 años a cuestas y una energía que más de un joven envidiaría, lleva adelante la bodega Ruca Malén: “como en Chandon andábamos tan bien, Jacques Louis de Montalembert me propuso hacer una bodega sin tener bodega ni viñedos ni enólogo, nada. Pero nos pusimos como meta hacer el primer vino a los tres meses de haber comenzado la sociedad. Así que en ese período tuvimos que buscar dónde comprar la uva, conseguir un enólogo…”, recuerda. A esta decisión inicial le siguió la disyuntiva de comprar una vieja bodega y remodelarla, o construir una de cero. Y se decidieron por la segunda opción. El lugar elegido fue una finca de 27 hectáreas, en Agrelo, Luján de Cuyo, a la vera de la ruta 7 que va a Chile. “Buscamos el lugar que mejor vista tuviera de la cordillera de los Andes”, dice Thibaud. En el año 2002 comenzaron a hacer el vino allí.
Ante la pregunta sobre cómo observa en la actualidad al mercado local e internacional, asegura: “Gracias al malbec –que tuvo un éxito extraordinario por su calidad- y luego de la devaluación, se nos dio un margen para exportar. Los norteamericanos descubrieron que la Argentina podía hacer un muy buen vino a un precio relativamente barato. El mercado argentino mejoró y al mejorar vinieron bodegas chilenas, americanas, francesas, y con eso mejoró la calidad. Habiendo demanda todos se preocuparon y esmeraron en producir buenos vinos. Recordemos que hasta los años ´90 la Argentina sólo producía vinos de mesa, con algunas excepciones”.
Ruca Malén, bodegas y algo más Respecto al lugar donde cree que debe apuntar la industria vitivinícola argentina para seguir creciendo, sostiene que: “A lo primero que hay que apuntar es a la calidad. Y el país lo ha logrado, considerando que empezó a trabajar en ese sentido hace unos veinte años. Los países europeos nos llevan una ventaja de dos siglos. La demanda externa sigue y ahora hay que buscar vinos cada vez más complejos. La complejidad es sinónimo de calidad y por lo tanto los más complejos son los blends. Aquí solo hay blends de alto precio. Pero van a seguir creciendo los varietales, que son más sencillos, más fáciles de tomar. Es la puerta de entrada para un chico que recién se inicia en el mundo del vino”. Y termina diciendo, modesto, a modo de despedida: “Yo, como me inicié tarde, perdí un poco el paladar”.

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