domingo, 5 de enero de 2014

Los indigentes, reclutados para la indeseable tarea de limpiar Fukushima


SENDAI.- Antes del amanecer, Seiji Sasa va a la estación de tren de Sendai, en el norte de Japón, para buscar a hombres sin hogar. No es un trabajador social. Es un reclutador. Las personas que encuentre son potenciales trabajadores que puede llevar como contratistas en la zona del desastre nuclear de Fukushima, por una recompensa de 100 dólares.

"Así es como reclutadores laborales como yo vienen todos los días", cuenta Sasa, pasando ante hombres que duermen sobre cartones y se agarran a sus abrigos en una fría mañana de invierno. También es el modo en el que Japón consigue personas dispuestas a aceptar un salario mínimo por uno de los trabajos más indeseables en el mundo industrializado: trabajar en la campaña de 35.000 millones de dólares para limpiar de radiactividad una enorme zona del norte del país.

Hace casi tres años, un terremoto y el tsunami arrasaron pueblos y ciudades de la costa nordeste y desataron fusiones en la central de Fukushima. Hoy, el plan de limpieza de radiación más ambicioso del mundo está retrasado por falta de supervisión y escasez de trabajadores.

En octubre y noviembre pasados, la policía arrestó a mafiosos japoneses bajo cargos de infiltrarse en la red de subcontratación del gigante de la construcción Obayashi -a cargo de la descontaminación de la planta- y de enviar ilegalmente a trabajadores a ese proyecto financiado por el Estado.

En el caso de octubre, Sasa reunió a un grupo de indigentes en la estación de tren de Sendai, que luego fueron puestos a limpiar tierra y restos en la ciudad de Fukushima por un salario inferior al mínimo. Los hombres estaban en una cadena de tres empresas hasta Obayashi, la segunda mayor constructora de Japón.

"No hago preguntas, no es mi trabajo", dijo Sasa. "Sólo encuentro a gente y la mando a trabajar, no me implico en lo que pasa después." Sasa fue arrestado y quedó en libertad sin cargos. La policía estaba interesada en su cliente, Mitsunori Nishimura, un mafioso local que colocaba a los trabajadores en residencias atestadas en las afueras de Sendai y les quitaba unos 10.000 dólares al mes de fondos públicos previstos para sus salarios. Fue arrestado y multado con 2500 dólares.

Obayashi, que es uno de los 20 importantes contratistas implicados en los proyectos de eliminación de la radiación con financiación pública, no fue acusada de ninguna ilegalidad. Pero los arrestos mostraron que los integrantes de las tres mayores mafias del país -Yamaguchi-gumi, Sumiyoshi-kai e Inagawa-kai- crearon agencias de contratación en el mercado negro bajo Obayashi.

"Nos tomamos muy en serio que estos incidentes sigan pasando uno detrás de otro", dijo Junichi Ichikawa, vocero de la constructora. Y agregó que la empresa reforzó la vigilancia de los subcontratistas en la parte baja de la cadena para eliminar a las mafias. Muchas de las constructoras que participan en el programa de limpieza dicen que es imposible vigilar lo que pasa sobre el terreno debido al gran número de capas de contratos para cada trabajo que aleja a las grandes empresas de aquellos que hacen el trabajo.

"Si empezaras a investigar a cada persona, el proyecto no avanzaría. No conseguirías una décima parte de la gente que se necesita", dijo Yukio Suganuma, presidente de Aisogo Service, una constructora contratada en 2012 para limpiar los desechos radiactivos en la localidad de Tamura.

La dispersión de estas pequeñas empresas es una consecuencia no intencionada del legado de rígida regulación laboral, combinado con la creciente escasez de trabajadores en un país de población cada vez más envejecida. Las constructoras no pueden mantener plantillas amplias. En consecuencia, las empresas más chicas cubren el hueco, al prometer trabajadores a cambio de reducir sus salarios.

Por debajo de estas subcontrataciones oficiales entra en juego una sombría red de delincuentes e intermediarios ilegales que contratan a indigentes. Los contratos del Ministerio de Medio Ambiente en las zonas más radiactivas de la prefectura de Fukushima son especialmente lucrativos, porque el gobierno paga 100 dólares adicionales al día por trabajador por un plus de peligrosidad.

Sendai, la mayor ciudad en la zona del desastre, se convirtió en un centro de contratación para hombres sin hogar. Muchos juntan escombros del tsunami y en los peores puntos, quitan la tierra en la superficie, cortan rastrojos y limpian casas alrededor de la central nuclear.

Sólo un tercio del dinero destinado para salarios llegó a los trabajadores que Sasa reunió en la estación. El resto fue recortado por intermediarios. Tras deducirles comida y alojamiento, les queda un sueldo de unos seis dólares la hora, apenas debajo del salario mínimo de unos 6,5 dólares la hora en Fukushima.

Algunos de estos indigentes acaban endeudados. Shizuya Nishiyama, de 57 años, dice que trabajó brevemente para Shuto juntando escombros. Ahora duerme sobre unos cartones en la estación de Sendai. Su primer empleador allí le ofreció 90 dólares por día por su primer trabajo, para limpiar escombros. Pero tenía que pagar hasta 50 dólares diarios por alojamiento y comida.

Además, tampoco se le pagaba por los días que no podía trabajar, aunque esos días sí se le cobraba el alojamiento y la comida. Prefirió volver a la calle que acabar endeudado.

"Somos un objetivo fácil para los reclutadores", dijo Nishiyama. "Nos preguntan: «¿Buscan trabajo? ¿Tienen hambre?» Y si no comimos, nos ofrecen encontrarnos un trabajo".

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