
Por: Pablo Muñoz, PhD candidate, Newcastle University Business School
Las empresas sociales son negocios con objetivos principalmente sociales, y cuyos excedentes son generalmente reinvertidos con este propósito en la comunidad o en el mismo negocio, más que estar orientados por la necesidad de maximizar el retorno a inversionistas y emprendedores.
Uno de los mayores desafíos para este tipo de organizaciones es el acceso a financiamiento. No me refiero a fondos públicos, donaciones u otro tipo de gratuidades, sino a capital orientado a activar la operación de un negocio que busca generar valor e impacto tanto económico como social.
Si ya es difícil para un emprendedor levantar capital, imagínense lo que debe ser intentar, por vías tradicionales, demostrar que una organización de esta naturaleza vale la pena. El retorno económico no es tan atractivo, y si lo fuese, los excedentes no irán por completo de vuelta sino serán reinvertidos en nuevas oportunidades de negocio con impacto social. Y si algo vuelve, deberán esperar pacientemente porque el negocio paga una vez que los problemas sociales hayan sido resueltos (expuesto de forma figurativa).
Con esto en mente, veo complejo que bancos y organizaciones similares se comprometan en apoyar financieramente estas iniciativas. No son empresas equivocadas en su orientación, simplemente no se crearon con ese propósito y no está en la naturaleza del negocio hacerlo.
Aun cuando las empresas sociales reemplazan de cierta forma al Estado, en cuanto ayudan a construir bienestar en lugares donde existen fallas en el sistema de protección social, tampoco debiera ser ésta su fuente de financiamiento. El financiamiento estatal simplemente no contribuye a que estas organizaciones compitan y se sostengan en el largo plazo, lo cual repercute en la sostenibilidad de los beneficios que otorgan a la sociedad. Finalmente, esta inestabilidad se termina transformando en una forma ineficiente de distribución.
¿Desde dónde, entonces, generamos los recursos necesarios para que emprendedores sociales levanten capital y puedan arrancar con sus iniciativas?
Estudios han concluido que para lograr resolver problemáticas sociales, la industria social necesita crecer en tamaño y dinamismo, y atraer capital humano sobre la base de negocios que generan tanto retornos sociales como financieros, comparables con cualquier negocio tradicional. Impact/slow investment y crowdfunding han demostrado ser buenas alternativas, no obstante, para que estos emprendimientos sociales puedan escalar, el “mercado financiero social” necesita alcanzar mayores niveles de sofisticación, esto significa mayor diversidad y estabilidad de mecanismos de apoyo.
Sería interesante explorar la posibilidad de abrir un área de inversión en los fondos de pensiones destinada al financiamiento de empresas con propósito y probado impacto social. Una suerte de fondo F-Más Impacto Social.
Multifondos con impacto social
Hace algún tiempo escribí brevemente sobre la idea de un Social Investment Market, en discusión en UK, que actúa como tercer pilar al lado de la banca tradicional y los fondos públicos. Es relativamente fácil imaginar un Social Investment Market en una región que cuenta con uno de los “terceros sectores” más relevantes del mundo. Hacer el mismo ejercicio con Chile en mente se me hace más difícil.
Pensando en nuestro país, no obstante, hay una alterativa que en el año de la innovación me hace más sentido que nunca. Considero sería interesante explorar la posibilidad de abrir un área de inversión en los fondos de pensiones destinada al financiamiento de empresas con propósito y probado impacto social. Una suerte de fondo F-Más Impacto Social. La lógica no es compleja, si el principal propósito (en espíritu por lo menos) de un fondo de pensiones es generar valor social futuro (individual y colectivo) mediante la buena administración de fondos, por qué no destinar parte de esas platas a empresas que no solo reportan retorno económico, sino además social y en muchos casos también ambiental. El foco debiera estar en emprendimientos (no caridades) que abordan problemas sociales, que son financieramente sustentables y buscan escalar en su impacto.
Desde el punto de vista de los afiliados, esto significaría destinar parte de las aproximadamente 480 cuotas o bien un porcentaje de ellas a construir bienestar futuro. En la actualidad uno decide por un solo fondo, ahora veo con interés la posibilidad de poder optar, por ejemplo, a un multifondo riesgoso de impacto social (B+F). Parte de mi ahorro está invertido en un portafolio de riesgo y otra parte en emprendimientos sociales. Con irresponsabilidad empírica pero convicción, puedo afirmar que parte importante de mi generación estaría dispuesta a impulsar esta alternativa.
Con un mecanismo de inversión de esta naturaleza los emprendedores sociales podrían tener acceso a un pool más amplio de alternativas de financiamiento y apoyo, pudiendo contar con productos de inversión especializados para cada etapa del ciclo de crecimiento y replicación de la empresa social.
Una de las primeras reacciones a esta idea se relaciona a la percepción de lejanía del impacto, lo cual puede ir en detrimento de la elección de este fondo. La mejor respuesta se articula con ejemplos.
Preciva es una empresa social que ofrece tecnología de punta para la detección de cáncer cervical. Ellos se definen como una empresa de impacto social que mide su éxito no solo en términos de rentabilidad, sino además en términos del impacto que tiene la empresa en la salud y bienestar de mujeres que ahora pueden acceder a un mejor servicio de salud. Si una mujer destina parte de su ahorro previsional a financiar este emprendimiento y, por tanto, a mejorar su prospección, es posible que a la hora de jubilar pueda acceder a un servicio de calidad que de otra forma sería probablemente difícil de financiar.
En el plano local, Pegas con Sentido es una empresa social chilena que promueve la búsqueda de trabajos socialmente responsables. Opera como bolsa de trabajo online, pero solo con instituciones con valores humanos y comprometidas con el progreso sustentable del país. Hoy podemos estar de acuerdo que a los 65 años una persona es todavía capaz de desempeñarse laboralmente y aportar a cualquier organización desde su valiosa experiencia. Si una persona destina parte de su ahorro previsional a financiar el crecimiento de Pegas con Sentido, y por tanto a asegurar su sostenibilidad en el largo plazo, es posible que a la hora de jubilar esta persona pueda acceder a un nuevo trabajo, que no solo reporta beneficios económicos sino además contribuye al desarrollo de negocios más responsables.
Es cierto que el mejor argumento de venta de las AFP se podría ver afectado (rentabilidad sobre sus fondos), no obstante hay herramientas, como por ejemplo el blended value accounting, que permite cuantificar el retorno social de una determinada inversión. Esta cuenta de resultados podrían estar alineada con las evaluaciones de impacto social de cada una de las empresas sociales que son apoyadas. Lo anterior permite no solo la cuantificación del retorno social, sino además abre puertas a integrar indicadores más blandos y sacar a flote las historias de estos emprendedores, las cuales han demostrado servir de inspiración a las nuevas generaciones de emprendedores.
Otro contraargumento esperable es ¿cómo aseguramos que el retorno sea en los términos que se plantean, es decir, tanto económico como social/ambiental?
Hay alternativas. Por ejemplo, Perciva y otras 692 empresas (20 de ellas en Chile) actualmente pueden demostrar, por medio de una certificación como BCorp (bcorporation.net), que el propósito y beneficio social que prometen es efectivo. Certificarse como BCorp aún no implica un cambio en la figura legal, sin embargo la irrupción de este tipo de organizaciones certificadas ha comenzado a empujar cambios. Once estados en Estados Unidos ya han abierto la posibilidad para que una empresa adopte este nuevo estado legal. Solo tres elementos diferencian las BCorps de empresas tradicionales: altos estándares de propósito, responsabilidad y transparencia. Con esto, se cree, se está construyendo los cimientos para una nueva economía.
Más y mejores emprendedores sociales pueden generar una diferencia, pero no cualquiera toma el desafío, una nueva economía requiere nuevos mecanismos de financiamiento. No soy experto en legislación sobre fondos de pensiones, pero si ya una vez abrimos el portafolio para que cada uno pudiera escoger el nivel de riesgo que quería correr, no veo perjuicio en abrirlo nuevamente en función del propósito que cada uno de nosotros quiera darle a su ahorro.
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