FUENTE DE: http://zonadeemprendedores.bligoo.com.mx
Sergio Pérez Fernández es diseñador gráfico y a mediados de los años 80 comenzó a hacer packaging de botellas. En la actualidad, con cientos de trabajos sobre sus espaldas (o, mejor dicho, pegados sobre una botella), se ha convertido en el máximo exponente del diseño de etiquetas de vinos en la Argentina, país vitivinícola por excelencia.
Algunas de las bodegas para las que trabajó o trabaja son Catena Zapata, Bianchi, Escorihuela, La Rural, Etchart y la cervezera Antares, entre otras. Hijo del célebre artista plástico argentino Pérez Celis, dice que las bodegas gastan mucho en imagen porque saben lo que respresenta para sus productos: “una de las cosas más interesantes para destacar es por qué la gente compra un vino. Al ser un producto netamente aspiracional, al vino la mayoría de la gente no lo compra por lo que es sino por lo que representa. El vino te da esa representatividad. Y se representa a través de la imagen. La imagen es lo que completa el producto. Vos podés diseñar la tapa de un disco, y el arte puede ser mejor o peor, te puede gustar más o menos, pero eso no es relevante para la venta; en definitiva es un detalle de buen gusto. El packaging de un vino, en cambio, es directamente proporcional a la venta. El desafío para un diseñador es enorme. Con un mal diseño podés hacer perder cientos de miles de dólares. Y un buen diseño puede generar un nicho de mercado que no existía, como nos pasó con New Age. Cuando lo diseñamos, no existían los frizzantes en la Argentina”, dice verborrágico y contundente.
La llegada del diseñador del barrio de la Boca al mundo del vino fue el resultado de una larga carrera vinculada al diseño y la creatividad. Afirma Pérez Fernández, “yo vengo del mundo editorial. Empiezo a trabajar en la revista Humor, de la mano de mi maestro, que fue Andrés Cascioli. También hice tapas de discos, como Fito Paez, David Levón y Andrés Calamaro, con quien fuimos compañeros de colegio. Y en los años ´80 y pico empiezo a diseñar las primeras etiquetas con Navarro Correas, que buscaba diseñadores jóvenes y con una mentalidad diferente. Los diseñadores de vino por lo general traían las etiquetas de afuera. Después me cruzo con Nicolás Catena, que revolucionó la industria en Argentina. Él estuvo en California estudiando el proceso de comercialización y los californianos fueron pioneros que no sólo se preocuparon en hacer buenos vinos. Catena se dio cuenta de que ellos se interesaban por la imagen: una del Nuevo Mundo, diferente a la europea, que hace vinos excelentes pero tiene su nicho. Nosotros somos diferentes. Con Catena empezamos a hacer cosas interesantes. Más tarde conozco a Tincho Bianchi y también empecé a trabajar con ellos. Y a partir de ahí no paré más…”.
Trabajo duro, visión, diseño y renovación: las empresas en la actualidad buscan ideas nuevas que le den una bocanada de aire fresco a los conceptos antiguos, un ojo renovador que modernice lo tradicional… un poco de diseño que embeba de arte cada detalle de la vida.
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