FUENTE DE: http://zonadeemprendedores.bligoo.com.mx
Sahar Hashemi era una prestigiosa abogada que tenía su estudio en la city londinense y le iba muy bien en lo profesional y en lo económico. Un día, en un viaje de placer a Nueva York, sentaba en una de las cafeterías de esa gran metrópoli, el sabor y el aroma de un capuccino bien caliente con donas, la hicieron replantearse su vida súbitamente.
“Me encantaba el café y lo disfrutaba mucho cada vez que iba a Nueva York, porque en Londres no encontraba un café tan bien hecho y servido”, relata Sahar. “Entonces me dije: ¿Por qué no puedo disfrutar esto en mi país?”. Con esa idea fue que retornó de aquel viaje, dispuesta a cambiar la rutina y la de sus compatriotas, bastante más acostumbrados al té con masitas que al café.
Sumó a su hermano como socio, y se decidió a dejar el trabajo privilegiado que tenía y relacionado con la carrera que tanto esfuerzo le había costado. “Los emprendedores somos así, tenemos ese bichito del riesgo adentro nuestro”, explica Sahar. Para empezar, la incipiente empresaria necesitaba un crédito, ya que no disponía de ningún dinero. Se recorrió toda Gran Bretaña, en donde chocó con la negativa de 19 bancos, que le recriminaban su falta de avales. Pero Sahar no se dio por vencida y recurrió al gobierno, que fue quien le dio el puntapié inicial a través de 150 mil euros prestados por el Banco de Londres. “Gran Bretaña es un país ideal para los emprendedores”, admite Sahar.
En 1995, Sahar puso en funcionamiento su primera cafetería en Londres. Hoy ya cuenta con 110 locales, con una facturación anual de 42 millones de euros. Ahora, la abogada devenida en empresaria, está pensando en vender franquicias para otras ciudades y en poner una fábrica de caramelos, que podría complementarse con las cafeterías ya existentes.
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