El 12 de diciembre de 2008, General Motors anunció que se estaba quedando sin dinero, por lo que le sería difícil sobrevivir más de seis meses; una de las opciones que la empresa consideraba en ese momento era un rescate por parte del gobierno de Estados Unidos. Un paquete de 14,000 millones de dólares enfocado a dar solvencia a las tres grandes automotrices del país fue rechazado por el Senado, pese al apoyo del entonces presidente George Bush y el presidente electo, Barack Obama.
Otra opción era declararse en bancarrota.
Desafiando la decisión del Senado, el presidente Bush aprobó un rescate de 13,400 millones de dólares del fondo de 700,000 millones aprobado para atender la crisis subprime, más otros 4,000 millones que serían liberados posteriormente. Adicionalmente, GM solicitó 2,000 millones más en marzo.
Sin embargo, los 19,400 millones de dólares otorgados no fueron suficientes. Barack Obama se negó a finales de marzo de 2009 a dar más dinero a la compañía y les dio 60 días adicionales para presentar un plan de reestructuración creíble.
Para ese día, las cuentas de la compañía solo tenían 2,000 millones de dólares, por lo que la corte aprobó una préstamo de 15,000 millones de dólares por parte del Tesoro a la compañía; de otra manera la única salida hubiera sido la liquidación.
La compra se completó el 10 de julio del 2009.
Tras la reestructuración la compañía vio sus marcas reducidas de 12 a 8, el cierre de 13 plantas, una reducción de 84% de su deuda, y el despido de 22,500 trabajadores. Además, perdió su emblemático logotipo azul con letras blancas.
Fuente: Dineroenimagen
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