A Ernesto Mauer le apasionaba en la previa de cada navidad, dedicarle el tiempo necesario a la elección y compra del árbol navideño. Para eso, recorría tiendas y viveros para comparar distintas opciones. Debido a esa tradicional actividad, es que se le ocurrió el negocio que le cambió la vida.
Si la navidad provoca en tanta gente lo mismo que provocaba en él, ¿a quién no le gustaría poder elegir y cortar su propio árbol para llevárselo a su casa? Fue así que se dedicó a conseguir un terreno y durante todo el año trabajó para plantar y cuidar sus pinos, para que llegaran a punto para la navidad siguiente, sin saber bien cuál sería el resultado y si podría recuperar lo invertido.
Llegó diciembre y se preparó para la venta, que lo sorprendió gratamente. La gente (padres e hijos) estacionaban su auto y se dedicaban a recorrer todo el predio en busca del árbol más perfecto. Cuando lo ubicaban, lo cortaban ellos mismos y lo pagaban al salir del lugar. Con una escasa publicidad pero una enorme cadena de “boca a boca”, el negocio se transformó en un verdadero éxito y se fueron agregando más hectáreas al emprendimiento.
A medida que fueron pasando los años, Mauer le incorporó al negocio la concesión de varios puestos gastronómicos y de souvenires navideños, que hicieron elevar los ingresos y emplear a más personas. Además, equipó su campo para que sea algo más que la compra del árbol navideño.
A partir de la iniciativa exitosa de Mauer, varios campos mexicanos se volcaron al negocio de los árboles navideños y se espera que para la próxima navidad el 50% del mercado de ese país sea abastecido con los árboles cortados por la misma gente.
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